Kate Tempest
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Música

Los sonidos del Brexit

¿Qué tienen en común Kate Tempest, Skepta y Sleaford Mods?
Por David Saavedra
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Es idea bastante consensuada que, como reacción al rodillo del thatcherismo, el pop británico canalizó su invierno del descontento en los años 70 y 80 con una creatividad casi inigualable en toda su historia. ¿Es aquello comparable con los tiempos actuales? Probablemente no a niveles masivos, pero sí están aflorando algunos artistas que, pletóricos de inspiración, han captado el espíritu de un momento presidido por la crisis económica, las políticas de austeridad, el rebrote conservador y la incertidumbre provocada por la amenaza del Brexit. Se puede discutir –o no- la idea de que la otrora poderosa y cool Britannia no ha generado artistas verdaderamente relevantes en lo que llevamos de siglo salvo alguna que otra excepción (¿Arctic Monkeys? ¿Burial? ¿The Streets? ¿Dizzee Rascal? ¿The XX? ¿Young Fathers? ¿James Blake? ¿Savages?), pero hoy os destacamos a tres que, a pie de calle, han acertado a la hora de plasmar la poesía desesperada del momento. Y que, por cierto, veremos en el Primavera Sound.

Kate Tempest: noche en la tierra

Kate Esther Calvert tiene 31 años y procede de Brockley, en el sur de Londres. Su lucidez como cronista social no solo es genuina, sino que deslumbra por su dimensión multimedia. Desde que debutase a los 16 años en una noche de micros abiertos, ha escrito narrativa, teatro y poesía (uno de sus libros, “Mantente firme”, acaba de ser publicado en España, y es la autora más joven laureada con el prestigioso Ted Hughes Award). También ha grabado un par de discos de puro spoken word con los que teloneó a artistas como Billy Bragg o John Cooper Clarke (se recomienda googlear y retomar el primer párrafo de la introducción). Ya como artista que podemos considerar pop, llegó a un público mayor con 'Everybody Down' –que obtuvo la nominación al premio Mercury en 2014- y aún más con su obra maestra del año pasado, el disco-libro 'Let Them Eat Chaos'. Con el apoyo musical del productor Dan Carey, ha construido una suerte de macropoema musical que se ambienta a las 4:18 de la madrugada en una calle de Londres. Tempest suspende el tiempo para poner las canciones en voz de siete personajes diferentes, que no se conocen entre sí, y cuyo rasgo común es que sufren de insomnio. Títulos como Ketamine For Breakfast o Europe Is Lost son bastante elocuentes, y ella los sostiene con una dicción entre hip hopera, declinada y cantada que se vuelve realmente demoledora. Sus inspiraciones engloban tanto a clásicos de las letras anglosajonas (Joyce, Beckett, incluso Shakespeare) como a The Wu-Tang-Clan, un verdadero cóctel molotov para expresar de modo sui generis la alienación y atomización contemporáneas.
Acaba de ser seleccionada como directora artística del Festival de Brighton, que se celebrará en mayo (para hacernos una idea, ese papel fue desempeñado anteriormente por Brian Eno, Vanessa Redgrave y Laurie Anderson), y su directo goza igualmente de buena fama, como pudieron comprobar quienes la vieron en el Sónar y en la Sala Apolo. Imprescindible verla en el próximo Primavera Sound.

Skepta: calles de fuego

Joseph Junior Adenga tiene 34 años y procede de Tottenham, de origen nigeriano. Se fogueó como DJ en el colectivo Meridian Crew y pasó a hacer sus pinitos como MC y compositor en Boy Better Know, también nombre de su propio sello, con el que empezó a autoeditar sus propias mixtapes (cinco desde 2006). Debutó oficialmente en 2007 con el largo jocosamente bautizado 'Greatest Hits' y, desde entonces, su ascenso ha sido meteórico. En menos de diez años ha compartido escenario y colegueo con Kanye West, Drake y Pharrell Williams. Todo eclosionó con su cuarto álbum, 'Konnichiwa' en 2016: llegó al número 2 en ventas en Reino Unido y obtuvo el Premio Mercury, batiendo a David Bowie y Radiohead.
Como todos sus compañeros de reportaje, Skepta nació inspirándose en el 2-step y el grime de The Streets y Dizzee Rascal, pero se ha convertido en el artista más vendedor del género. No ha evitado los “beef” o piques con compañeros de generación como Wiley, y parte de su éxito se puede atribuir a la influencia de esos estilos de producción rugosos y urbanos junto a un espíritu más cercano al del hip hop norteamericano y su cultura ególatra del triunfo. La vertiente social de su música reside en la plasmación de lo que sucede a su alrededor pero, frente a la invocación a lo comunitario de Kate Tempest, él aboga por el darwinismo individualista de barrio: asumir la desviación social como método (delincuente romántico frente a la opresión de las fuerzas del orden) y ser mejor que los demás para salir de su agujero y volverse rico y famoso. Y permitirse cosas tan de jefazo como cantar encima de un coche ardiendo.

Sleaford Mods: nacidos resbaladizos

Andrew Fearn y Jason Williamson tienen 46 y 47 años respectivamente, y proceden de Nottingham. El nombre del grupo parece de guasa pero no lo es: Williamson fue un mod adolescente y, en los noventa, un figurante durante la explosión Britpop, pasando por grupos sin éxito o llegando a ser músico de sesión para algún peso pesado como Spiritualized. La cultura rave le voló la cabeza, pero el grime todavía más. Enlazando con Kate Tempest y Skepta, sus influencias fundamentales para cambiar de rumbo fueron The Wu-Tang-Clan y The Streets. Sleaford Mods debutaron en 2007, aunque Fearn –responsable de sus contundentes bases musicales, entre el post punk y el techno industrial- no se incorporó hasta 2012. 'Wank', de ese año, y el significativamente titulado 'Austerity Dogs' (2013) fueron sus primeros trabajos realmente serios, pero a partir del no menos elocuente 'Divide And Exit' (2014) empezaron a hacerse famosos en el mundo. También fue algo propiciado por su impactante puesta en escena: Williamson rapeando como un poseso mientras Fearn le da al “play” al comienzo de cada tema y durante el resto del tiempo sacude la cabeza estáticamente con una mano en el bolsillo y la otra portando una yonquilata de cerveza.
Desde los medios se les ha pintado como héroes o portavoces de la clase obrera, algo con lo que ellos nunca han querido sentirse identificados. Las suyas, sostienen, son canciones que retratan el día a día, cuentan lo que hay, lo que viven, lo que ven, lo que sienten. Y eso, claro, no es de buen rollo: las palabras escupidas vitriólicamente por Williamson surgen de la tragedia y el fracaso. Su lugar generacional también es diferente, situándose en la crisis de la mitad de los cuarenta. No reniegan de su origen y vínculos: han colaborado en los últimos discos de Prodigy y Leftfield y han sido elegidos por The Stone Roses para telonearles en su concierto de Wembley. Y sobre las canciones de su más reciente álbum, 'English Tapas' (2017), emerge una idea poco comentada: en qué se han convertido aquellos chavales de la generación rave, pero no los que triunfaron, sino los que se han quedado en el paro o el precariado. Los que, bordeando los cincuenta, siguen anclados en aquella misma forma de vida, repitiendo resacas rutinariamente cuando eso ya ha dejado de ser divertido. De algún modo, es una estupenda metáfora del bajonazo de los felices noventa. En concreto, de quienes se quedaron en la cuneta. El gran fracaso de Danny Boyle ha sido el no incluir a Sleaford Mods en la banda sonora de “T2: Trainspotting”.
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