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Cabalgando en el Oeste
¿Cómo se pueden recorrer 3.000 millas a caballo por el Salvaje Oeste?
A veces una noche con tequila termina en desastre o, al menos, con dolor de cabeza. Pero, para Ben Masters, una noche con tequila se convirtió en una de las mayores historias de aventuras desde el Huckleberry Finn de Mark Twain. “Deberíamos cabalgar por todo país”, dijo Masters una noche hace algunos años. Y exactamente eso fue lo que hizo.
“Es increíble que todavía hoy sea posible, que aún haya suficiente tierra de propiedad pública durante el 95 por ciento del viaje, de sur a norte. Cuesta creer que todavía haya tanta extensión de tierra que no ha sido habitada”, dijo Masters sobre su aventura de 3.000 millas (4.800 km) a través del Oeste Americano.
Los caballos que se utilizaron no fueron los típicos equinos, sino mustangs. Una raza de caballos que son un poco como los americanos: tienen ancestros por todo el mundo. “Es como una raza mundial”, dijo Masters.
A diferencia de los animales que han sido domados y criados durante docenas de generaciones, los mustangs salvajes son duros, musculosos y resistentes. “Cuando hablamos de caballos salvajes, lo que funciona es la selección natural, sobrevive el más fuerte y esa fuerza se pasa a la siguiente generación. Va en su genética”, aseguró Masters. En estado salvaje, los mustangs viajan de 20 a 30 millas (32 a 48 km) cada día, así que son la raza ideal para cruzar el Oeste Americano.
Esto se ha hecho para llamar la atención de la difícil situación en la que se encuentran los mustangs en Estados Unidos, “para demostrar que estos caballos valen la pena”, comentó Masters.
La cantidad de caballos salvajes está aumentando mientras el tamaño de la tierra pública decrece. Antes del comienzo de esta aventura, Ben Masters, Thomas Glover, Ben Thamer y Jonny Fitzsimons adoptaron 16 caballos del U.S. Bureau of Land Management (BLM). A los caballos se les entrenó durante cuatro meses antes de ir a la frontera entre México y Arizona para luego dirigirse al norte.
“Esta es una aventura sobre animales. A diferencia de los humanos, los vas a meter en una aventura que no han buscado. Tenemos la absoluta responsabilidad de velar por la seguridad de los caballos. Los equinos son nuestros compañeros y perder uno es como perder un amigo”.
Masters pasó dos años planeando el viaje, preparando la ruta y organizando la logística. Siempre llevaban comida suficiente para 10 días, además del equipo de filmación, tiendas, productos para el cuidado de los caballos, productos veterinarios y vallas desmontables para por la noche.
Sin embargo, al igual que en la mayoría de las cosas en la vida, no todo fue de acuerdo con lo planeado. Los hombres tuvieron que enfrentarse a vallas cerradas, golpes de calor, caballos que se habían escapado, incendios, granizo, intoxicaciones por alimentos, aburrimiento... y un burro increíblemente cabezota.
Los hombres que empezaron la aventura no fueron los mismos hombres que la terminaron. “Llegas a acostumbrarte a este tipo de vida pero es muy dura, no es nada fácil”, dijo Glover.
Pero, al final de todo, lo que importa no son las dificultades, sino la aventura, los caballos, la tierra salvaje. Como muy bien dijo Thamer: “es un viaje de autodescubrimiento”.
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