Antes de multiplicarse por tres, antes de añadir a su repertorio brazadas y pedaladas, Mario Mola fue atleta. No uno cualquiera. Uno de los mejores. De aquí, de Europa, del mundo. Un juvenil prometedor, un júnior solvente. Fondista imberbe que acumulaba podios nacionales y vestía los colores de España Atletismo en los más prestigiosos envites de su categoría. Sus rivales de entonces son las estrellas de hoy. En la pista, en el cross, en el asfalto. Saben que la decisión del mallorquín, su apuesta por el triatlón, le supuso ingresar en la lista de los mejores deportistas del Planeta y a ellos les ahorró más de una noche sin dormir.
Lo certificaron el pasado 8 de marzo, en el Campeonato de España de Campo a Través. Aprovechando una ventana en el calendario de la disciplina en la que ha sido tres veces campeón mundial, se dejó caer por Zaragoza para medir fuerzas con los compañeros de antaño. ¿Qué podría hacer? Difícil respuesta, con tanta bici y tanto mar de por medio. La lógica dictaba prudencia: “Es bueno, pero estos chicos no hacen otra cosa que correr. Por la mañana, por la tarde… Entrar entre los 20 primeros ya sería digno de alabar”. Pero la lógica no es para los fenómenos. Mario cruzaba la línea de meta en séptima posición. Brillaba en una disciplina que ama, pero no practicaba desde hace más de una década.
Otro ocho, de agosto, cinco meses después. Entre medias ya sabéis. Ni carreras, ni triatlones. Está en casa, en Palma de Mallorca. La Federación Balear de Atletismo decide organizar un control de 3.000 metros en el que participará, en tres otros, su rival de adolescencia, el dos veces medallista europeo y finalista olímpico de 1.500 metros, David Bustos. Además de su compañero de club en el ADA Calviá Vistasol, Said Mechaal, entrenado por Johny Ouriaghli, amigo de Mario, con el que comparte confidencias y trotes suaves cuando anda por la isla. La decisión se toma por inercia.
Su última incursión en el tartán (con dorsal, en modo agonístico) fue hace 11 años, el 23 de julio de 2009: Campeonato de Europa Júnior de 10.000 metros en Novi Sad (Serbia), quinto con 31:18.55. Su último 3.000 aconteció ese mismo curso, en febrero. Bajo techo, en Donostia, se colgó la plata en el Campeonato de España con la mejor marca de su vida: 8:20.89. Solo le superó, en un sprint salvaje, Toni Abadía, uno de los mejores corredores de fondo españoles de todos los tiempos.
El reto ahora es solo disfrutar. Cualquier resultado será bienvenido. Es una distancia con poso sentimental, en ella logró subir a un podio de nivel por primera vez; 2007, subcampeón nacional juvenil. Sabe pues dónde se mete. Los códigos, el oficio. No quiere alejarse mucho de los ocho minutos, lo que implica firmar tres parciales de mil metros a dos minutos y cuarenta segundos cada uno. Complicado, pues supera con creces el paso al que suele viajar cuando ajusticia a sus rivales en el último sector de un triatlón. Allí, cada vez que firma un registro antológico (ha bajado de 14:00 minutos en 5 km varias veces) siempre se apresura a recordar: “Esto es una referencia, las marcas de verdad, las que valen, se hacen en la pista”.
Continúo a la expectativa del calendario de triatlón pero por ahora el objetivo del Campeonato de España de 5.000 metros sigue en pie, hasta hace poco no me lo planteaba pero creo que es bueno tener objetivos para mantenernos conectados en esta situación tan extraña que todos estamos viviendo.
Y a la pista vuelve. Y el atletismo español le da las gracias. Y empieza a especular con sus posibilidades… Llega el momento en el que el tiro de salida rompe el silencio en el Polideportivo Príncipes de España. Su hermano Lucas ejerce de liebre, el término utilizado en el argot para señalar al encargado de asumir con precisión suiza el sostenimiento del ritmo. Lo hace genial: 2:41. Se echa a un costado. Quedan Said, David y Mario. El ecuador lo cruzan en 4:01. En el 2.000 (5:25) se retira Bustos y empiezan a hacer mella la humedad y el calor. No tarda en descolgarse Mechaal (“la boca se empasta en estas condiciones”, relataría más tarde). Y solo es Mario contra el crono y la brisa, que empieza a no ser tan ligera como se preveía. La aventura concluye en 8:07.82, marca personal. Un aviso a navegantes, un recordatorio a los triatletas que pretenden su trono.
“Estoy feliz de haber podido volver a la pista, un escenario que me gusta mucho. El ritmo ha sido bueno, según lo previsto, pues la idea era ir sobre ocho minutos y luego, al final, a ver qué pasaba. No podía hacer otra cosa porque no tengo muchas referencias, así que todo lo que lograse estaría bien. He sufrido en las tres últimas vueltas pero me marcho muy contento debido a las sensaciones y la marca personal. Estoy animado a correr un 5.000 a final de mes, también en Mallorca. Continúo a la expectativa del calendario de triatlón pero por ahora el objetivo del Campeonato de España de 5.000 metros sigue en pie, hasta hace poco no me lo planteaba pero creo que es bueno tener objetivos para mantenernos conectados en esta situación tan extraña que todos estamos viviendo”, declaraba, aún jadeante, con los clavos todavía cubriendo sus pies. Habrá más pista, habrá más Mario, quizás los triatletas no son los únicos a los que quite el sueño los próximos meses.