El pasado 24 de julio Ana Salvador partía un verano más rumbo a Sudamérica a fin de encontrarse con un nuevo invierno austral. Este año, sin embargo, le esperaba una aventura completamente diferente a las vividas temporadas anteriores en los Andes. Su destino final, la Cordillera Blanca de Perú.
Esta imponente cadena montañosa cuenta con picos por encima de los 6.000 metros sobre el nivel del mar, y una belleza que pocos macizos en el mundo pueden igualar. Víctima del encanto de la Cordillera Blanca, Ana soñaba con poder visitar algún día sus montañas y hacerlo, cómo no, disfrutando de su nieve con su splitboard.
Tras un invierno en Europa de 45 días de splitboard y aprendizaje de técnicas de escalada y alpinismo, la aragonesa sintió que este era el año para conseguir un objetivo que hace tiempo le rondaba la mente: afrontar su primera expedición de splitboard coronando y descendiendo un pico de 6.000 metros.
Estaba preparada para dar un paso más, era el momento de evolucionar en mi snowboard.
No con pocas dudas, Ana preparó el viaje desde la distancia en solitario consciente de las dificultades que suponía un reto de altura, y nunca mejor dicho.
Teniendo muy presente que lo más importante era aprender de una nueva experiencia, los miedos como la reacción del cuerpo al mal de altura —nunca había pasado antes de los 4.500 metros—, la manera de combinar la escalada y el snowboard o su capacidad de reacción a la hora de realizar giros después del gran esfuerzo de varios días de subida se convirtieron en desafíos desconocidos a los que iba a tener que hacer frente.
Llegada a Huaraz y tras un periodo de aclimatación a diferentes alturas, llegó el momento de la verdad. Tocaba atacar la cima del Tocllaraju (6.034).
Llegada al campo base a 5.200 metros y tras una tarde de descanso y observación de las diferentes posibilidades junto a Dani Millán —guía de montaña y personal del equipo de rescate de la Cordillera Blanca—, el primer intento de coronar empezó a la 1:00 am con el objetivo de llegar a los dos últimos largos de ascensión a la cima en óptimas condiciones y con luz. Por delante les quedaban 800 metros de desnivel con tramos de escalada en hielo.
Una de las cosas que más me preocupaba era visualizar líneas de descenso en un terreno desconocido y a gran altura.
El duo que conformaba la expedición optó por la misma línea tanto para la subida como de bajada. Una de las decisiones que tomaron fue que Ana dejase el splitboard en la antecima de la montaña, ya que los últimos largos de subida era de 90 y 100 grados completamente impracticables con una tabla.
Coronada la cima tras largas horas de esfuerzo físico y mental, llegaba el turno del descenso desde los 6.000 metros de altura. Ana en splitboard y Dani caminando, para tener un seguro en caso de duda o accidente, realizaron el descenso de los 800 metros de desnivel por tramos para no perderse de vista.
No había margen al error, pero la cordada cosechó su primer éxito juntos al lograr completar un reto tremendamente exigente.
‘Cada vez que hablo del Tocllaraju se me pone la piel de gallina y estoy segura que lo recordare toda mi vida’, comenta Ana emocionada. ‘Estar dos días perdida en la montaña, con mi splitboard, pensando lo que necesito beber y comer para estar en plenas condiciones… Ha sido algo muy puro’, sus palabras trasmiten pasión y orgullo, y no es para menos.
Esta experiencia ha sido lo más gratificante y verdadero que me ha podido dar el snowboard.
Al preguntarle por nuevos retos, Ana no tiene duda en afirmar que #6000Split pasa a convertirse en su nuevo proyecto prioritario. Habiendo probado y viendo que es posible, la rider oscense quiere bajar con su splitboard por lo menos un pico de 6.000 metros al año.
Queda por ver qué montañas cumplen las características necesarias para poder ser parte de su proyecto, pero por el momento Ana espera seguir aprendiendo de alpinismo y escalada para empezar a soñar con la siguiente expedición.
Consciente también de la importancia de quien le ha acompañado en esta aventura, sus palabras de agradecimiento para Daniel Millan —gran apoyo sin el que no hubiese sido posible completar el reto— y los porteadores del campamento Americano son de obligatoria mención. ç
Como lo es también el apoyo que recibe de sus sponsors —Salomon, Goya, Patagonia y Aramon Formigal— y de su familia y amigos, con especial mención a su madre y hermana.
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